miércoles, 30 de abril de 2008

El castillo.

Un ambicioso plan del ayuntamiento de Mundaka ha puesto en marcha la mejora de las canalizaciones de agua en el casco urbano. La verdad es que estaban hechas una pena y tenían menos presión que las arterias de un muerto. Ahora le ha tocado a mi calle, en pleno casco urbano del pueblo. La verdad es que la obra no estaba ocasionando más problemas que el ruido y, en ningún momento que yo sepa, hemos perdido el suministro.
Pero hoy, al llegar al portal para ir al trabajo he mirado hacia abajo y, ¡carajo!, me he encontrado con que mi habían convertido el edificio donde vivo en un castillo medieval. ¡¡¡Con foso!!! Joder, tenía un foso de un metro frente al portal y no podía aspirar con llegar a la otra orilla porque es donde estaban dejando las piedras y barro que sacaban. De puta madre empezamos el día.
Había dos operarios operando; uno de ellos manejando la excavadora y el otro desescombrando metido en la zanja. El desescombrador es el que se encontraba más cerca de mí, justo al lado de la escalera del portal, retirando los escombros para dejarlos... ¡en mi camino!
He soltado un bufido y el desescombrador se ha dado cuenta de que yo estaba allí parado. Le he mirado a los ojos intentando establacer esa comunicación no verbal que es como un sexto sentido. Se me olvidaba que, para que eso funcione, el interlocutor debe ser más inteligente que una llama o un camello. No era el caso; me he encontrado con una mirada estulte y bobalicona. Hora de pasar a la comunicación verbal:
Yo: No me jodas...
Él: ... (mirándome como las vacas al tren).
Yo: No me jodas, no me jodas.
Él: ... ¿eh? ¡ah!

Entonces ha procedido a retirar un par de pedruscos y algo de barro para permitirme saltar -sí, sí, saltar- al otro lado. Ni poner una tabla ni cojones en aceite. Que yo iba con prisa, pero no me imagino a las señoras del edificio saltando el jodido foso para ir a tomar el café, la verdad. He pensado en decirle que pongan una pasarela pero lo he juzgado inútil. Tantas palabras a la vez podrían hacerle entrar en un bloqueo sináptico que no le permitirían trabajar en todo el día, y aún no habían descargado los cocodrilos para meterlos en el foso. He intentado seguir con mi camino pues. Pero no iba a ser tan sencillo.
Soy una persona gruesa, pero los 20 centímetros que dejaba la jodida excavadora para pasar no serían suficientes para ningún adulto de talla media. El de la excavadora, que era más inteligente que el del escombro -probablemente por eso estaba manejando maquinaria y no de mierda hasta las ingles- se ha dado cuenta y ha intentado dejarme paso, con tan mala suerte que ha lanzado la pala hacia mi persona. He logrado apartarme a tiempo. O eso pensaba, porque al llegar al trabajo he visto una enorme y pegajosa mancha de barro en mi gabardina.

Pienso pasar la factura del tinte al ayuntamiento.

Por otra parte el foso viene bien para cuando los otomanos ataquen el portal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mierda!!! ha fallado mi plan para atentar contra tu vida...
Te los has camelado con esas miradas embelesadoras y esa labia tan tuya, a lo James Bond... y has salido solo con un rasguño... jejeje ;-)

Mi calle desde que la reformaron (fue durante 2 años kosovo, por los agujeros) cada vez que llueve puedes bajar desde arriba hasta abajo resbalando, ya han denunciado al ayuntamiento varias personas que se han caido... y la entrada al garaje es oir la sinfonia de la baldosa suelta...