lunes, 28 de abril de 2008

Car-masutra.

Los que me conozcáis sabréis ya a estas alturas que me caracterizo por cierta misantropía. Disfruto con la tranquilidad y no me gustan los lugares donde se concetra mucha gente. Las personas, cuando se acumulan, tienden a ser más ruidosas y desagradables. Es por eso que, a veces, me gusta comprar una cena para llevar y dirigirme a un lugar apartado, cerca de la naturaleza. El problema es que, la misma gente de la que huyo disfruta también de esos parajes relajados... como picaderos.
Y claro, por muy tranquilo que se quiera estar, charlando o viendo una peli en el portátil, o jugando al Go, al final la atención se centra en la salvaje y agreste pareja del coche de al lado en lugar de en la salvaje y agreste naturaleza del entorno.

Ayer mismo, a plena luz del día, en un lugar muy transitado por coches y peatones, por niños y ancianos, un coche que se encontraba a unos pocos metros de nosotros aparecía empañado, haciendo evidentes los calores de los ocupantes. Desde nuestra privilegiada posición y con un poco de rubor -al principio- podíamos observar el movimiento rítmico de algo cubierto con una prenda blanca. Pero no fuimos capaces de adivinar que parte de la anatomía humana podía ser. Parecía un codo, un tobillo o un hombro, pero, cualquiera de estas posibilidades, hacía pensar en extrañísimas posturas -estaba a la altura del retrovisor del acompañante- que no podían ser cómodas en el interior de aquel pequeño Polo.
El pudor inicial pasó pronto y dejó sitio para el cachondeo. Nos reíamos con las caras que los peatones ponían al pasar por delante del coche y ver el percal, mientras intentábamos adivinar qué postura de lo que nosotros denominamos -de manera original, creíamos, el car-masutra estaban practicando. No fuimos capaces de deducirlo, sinceramente.

Y hablando de fornicios intra-automóvil, debo mentar a una chica que, estando a unos 10 metros de nosotros, nos dejó perplejos. Su pareja debía de ser un amante excepcional, pues los gritos de placer que profería la señorita excedían con mucho al tímido rumor del mar. Tanto gritaba que producía lo mismo risa y perplejidad. Lo de Meg Ryan en aquella estúpida comedia romántica era un susurro en comparación con los sonoros gemidos de nuestra momentanea vecina.

A sumar todo esto a los múltiples gluteos bamboleantes, piernas desnudas y cabezas que se mueven rítmicamente que se pueden ver en cualquier sitio, incluso a plena vista de cualquiera. O esa pareja que, pasando del coche y aprovechando un día templado, se puso a practicar artes amatorias en una campa cerca de Aixerrota -en Algorta- mientras las decenas de personas paseantes les miraban entre anonadados y divertidos.

El amor es bueno, pero no es necesario exhibirse. Y, por favor, no tiréis los condones al suelo, marranos.


Y aunque no os lo creáis, el Carmasutra existe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jiijijjijijiij Para ser dlo primero q leo en este "maravilloso" blog....Me resulta familiar a la vez d avergonzante leerlo, m parece abrlo vivido(Qseria...tenias qabr preguntado!!!!! Y_Y! ) COTILLA!!!!ijijijjiijji Q clase d personaje es capaz d hacer eso!!!!!