viernes, 30 de abril de 2010

Ay, ay, ay, ¡El Androide Libre!

La verdad es que no conocía el blog El Androide Libre; me he enterado de su existencia esta mañana al leer el blog de mi amigo Converso.

Pero bueno, si me toca el Google Nexus One que sortean, ¡me los pongo en favoritos!

Así que ya sabéis: si tenéis un blog y queréis participar en el sorteo de este teléfono móvil: El Androide Libre.

martes, 23 de febrero de 2010

Mi vecinita.

Me imagino lo que vuestras mentes calenturientas habrán previsto al leer el título, pero mi vecina nada tiene que ver con las de FHM, oh no. La peripecia que os cuento es totalmente real y ha tenido lugar esta mañana.

Estoy de alquiler en un pequeño piso (70 m^2) en Mundaka, con mi girl. Pero este piso no siempre fue pequeño; la verdad es que era bastante grande, por lo que el dueño optó por dividirlo en dos.
Y no es ninguna chapuza, no. Al menos mi mitad está bien reformada y renovada y todo. ¿La pega? Que ambos pisos compartimos portero automático. Y yo lo sé muy bien, ya que a diario suele llamar, para la vecina, la que es con toda probabilidad la persona más desagradable del pueblo, a la que llamaré Ventanazos.

Recién despertado, echo la meada matinal y comienzo a hacer las cosillas de casa. En esto que suena el timbre de la puerta de arriba. Abro, y me encuentro a la vecina (la Blasa es para que os hagáis una idea, es del estilo) en el descansillo que va de su puerta a la nuestra.
-¿Sí? -pregunto yo, medio ocultándome tras la puerta porque estoy en calzoncillos. Y no los de ligar, sino los de dormir.
-¿Tienen teléfono? -pregunta ella a su vez. Os parecerá broma, pero en su cara se nota que está ida.
- No. Bueno, tenemos móvil...
- ¿Puedo hacer una llamada? -seria como una estaca. Incluso preocupada, diría yo.
- Si, claro, voy a por él.
En este punto pensaba que le ocurría algo. Es una señora mayor y yo, que en el fondo soy buena persona y me han educado bien, ni me lo pienso. Vuelvo donde ella y le ofrezco el móvil diciéndole que pase. Pero no parece oírlo y me recita los dígitos del teléfono para que yo marque. Lo hago y le paso el teléfono, sigue en el descansillo. Y comienza el show:
- ¿Está don Dueñodelacasa? -Evidentemente dice su nombre, pero prefiero omitirlo, claro. Lo de Don no me lo he inventado.
- Sí, soy yo -Oigo su respuesta claramente pese a estar a un par de metros.
- Soy Lavecinaloquísima. -se identifica ella- ¿Por qué no nos pone porteros distintos al vecino y a mi? -así, a bocajarro- porque desde que se suicidó mi hermana tomo dos pastillas para dormir y esta madrugada me han despertado dos veces.

En este punto yo estaba flipando en colorines. No sólo por lo del suicidio de su hermana, sino porque ha venido a pedirme mí teléfono para acusarme. ¡De algo falso, además!
La conversación continúa por unos 20 o 30 segundos más, pero no puedo entender nada. Estoy ahí, de pié, en calzoncillos y alucinando.
Por fin la loca de los cojones cuelga y me devuelve mi SE Xperia X1.
- Muchas gracias, señor. -Literal, os lo juro.-
- Oiga, -la interpelo- aquí por la noche no ha llamado nadie.
- No le entiendo. -Su mirada, perdida, tropieza conmigo- El dueño en su día separó el piso en dos...
- Ya, ya sé. -la corto, pero no vale de nada, sigue soltando el rollo.
- ... y cuando llaman a su timbre suena también el mío.
- Ya sé, pero aquí no ha llamado nadie por la noche.
- ¿Qué? -pregunta la puñetera. Puedo sentir sus ojos haciendo chibiritas tras sus gordas gafas.
- A ver, cuando su timbre suena, suena también el mío, y lo sé muy bien porque todos los días atiendo a Ventanazos. Y, por tanto, si como me ha acusado falsamente, hubiesen llamado de madrugada, mi telefonillo hubiera sonado. Y no lo ha hecho.
- Si, tiene razón. -¡Y se pira!.

Ahora me temo que el casero se piense que tengo gente llamando a las tantas y la de dios. En cuanto cargue la batería del móvil le pego un telefonazo y le cuento la historia.

viernes, 19 de febrero de 2010

La comunidad del anillo.

Anoche llegamos Ashley y yo de nuestro pequeño viaje de dos semanas por Francia, como ya comenté en el anterior post. Hemos visitado lugares que me moría de ganar por ver, como la antigua Oradour-sur-glane, los lugares decisivos de la operación Overlord, o el Mont Saint Michel, además de otros varios sitios. Y, claro, entre esos sitios no podía faltar la eterna París, ¿verdad?

Menos aún siendo la primera visita de mi dulce concubina a tan icónica ciudad. Y, aunque era mi tercera aventura parisiense, nunca se dejan de descubrir cosas, querido lector, nunca.

Una de esas nuevas cosas es la proliferación de personajillos saca-cuartos en los lugares de mayor turismo. Y no me refiero a las personas africanas que siempre ha habido por allí, ganándose la vida honradamente, vendiendo llaveros y cosas de más o menos gusto, pero siempre de frente.
No, me estoy refiriendo a los gitanos rumanos. Llamadme racista, si queréis, que me suda las pelotas.

Bien, éstos señores no se ganan la vida vendiendo cachivaches. Ni siquiera vendiendo romero o la buenaventura. No, se acercan a uno con falsos pretextos y con la intención de robar o timar. Y punto. Uno de los modos es el que he tenido a bien titular como "la comunidad del anillo" y éste es su Modus Operandi: Se acercan a uno, de modo nada sutil, por cierto, y se agachan, como habiendo encontrado algo en el suelo. Entonces muestran su hallazgo: una alhaja, un anillo dorado que incluso a mis inexpertos ojos resulta una burda baratija.
Entonces, pueden actuar de dos modos: o bien intentan timarte para que les compres el anillo, que ya digo es una mierda de latón o plástico; o mientras estás despistado, te intentan levantar la cartera.
Pero, por mucho que esto me hinche las pelotas, lo que más me jode es que ni siquiera para ésto se esfuerzan, coño. Joder, es que todo el movimiento es evidente hasta para el más lento de entendederas. Que dan ganas de decirles "joder, muchacho, aunque sea ponle un poco de espíritu, coño". Pero no, ellos abúlicos, como sabiendo que no va a funcionar.

Pero lo más recalcitrante es el número. Literalmente, cada quince segundos, te ves atacado por estos gandules del timo, o por sus señoras, que al son de "excuse me, do you speak english?" tratan de captar tu atención para soltarte el rollo más lacrimógeno con la esperanza de que sueltes unos leuretes. Aunque devolviéndoles respuestas absurdas y abracadabrantes nos divertimos bastante.

En resumen, son un coñazo.

jueves, 18 de febrero de 2010

¡Mi ojete se lo merece!

Con un poco de retraso -venga, hala, todos a hacer chistes-, debido a que he estado dos semanas por tierras galas, por fin hago honor a la última promoción que me han enviado mis coleguis de Bloguzz: Colhogar Kilométrico.

Bien. Un par de días antes de marchar de viaje me llego el envío, un paquete grande que te cagas -¿lo habéis pillado?- con un útil pack de papel higiénico y un práctico revistero que se cuelga de la cisterna del retrete, para poder leer tus cosillas mientras plantas un pino.

Y es que cagar, no sólo es necesario, sino que a veces es un placer. No sé a vosotros, pero a mí, cuando cago, me gusta tomarme mi tiempo. Porque, para quedarse uno totalmente al gusto, debe uno dedicarle cierto tiempo al movimiento intestinal, y porque, curiosamente, es uno de los lugares dónde más y mejor inspiración encuentro. Es más, allí es donde encontré la inspiración para ésta y otra entrada que tengo preparadas. Supongo que todo esto es debido a la relajación. ¡Hay que relajarse para soltar el peso, estreñidos del mundo!
Y, claro, para terminar la experiencia como es debido, hace falta un papel higiénico decente.

En mi experiencia cagandera he utilizado muchos retretes. Y muchas veces, claro, te encuentras con que, debido al ahorro, austeridad o agarramiento del suministrador, el papel es de ese barato, como en mi antigua oficina. Todos sabemos cual es, el papel barato, digo. Ese papel áspero, fino, que no está bien compactado en el rollo y se separan las capas. Ese papel de mierda -toma chistazo- que nos irrita el ojete, no sólo por ser ralo y áspero como la puta lija del siete, sino porque, para limpiar la misma cantidad de zurullo, hay que emplear dieciséis kilómetros del mismo. ¡Es que me pone de una mala hostia! Además, como hay que emplear más, al final no sale más barato.

Amigos, en serio: vuestro ojete se merece un papel de calidad. Que nadie se arruina por esto y seréis más felices. Colhogar es, sin duda, una de las mejores opciones con las que sorprender a vuestro ano y, de paso, a vosotros mismos.

Y ahora os dejo que me estoy cagando.

domingo, 3 de enero de 2010

Música mundaquesa.

Cuentan que en "Mundaka City, ciudad sin ley"*, hay "chicos y chicas"* que corren por las calles "con las bragas en la mano el calzoncillo en la cabeza"*. Y es que en la bella y ruda anteiglesia han aprendido, a base de experiencia, que el "alkohol"* y los "años de kaña"* pueden llegar a ser una "tortura"*. Pero joder, la vida es dura y hay que pasarlo bien si se puede, ¿no?
Y parece ser que con esta premisa el mundaqués Irula, nacido en el 57 -y lo sé muy bien porque es de la quinta de mi madre- creó el grupo homónimo a finales de los '80. Es un grupo de innegable estilo punk con briznas de otras cosillas por aquí y allá. Y no sé si se trata de un grupo de calidad y virtuosismo sin parangón o un truño como un piano; la verdad, me importa tres cojones. Lo que me gusta de Irula es su cercanía y sus letras con las que mis colegas y yo crecimos en este pueblo que, por motivos que a veces escapan a mi cerebro, tantísimo queremos. Pese a que muy poca gente de la que conozco posee ejemplares de sus dos álbumes -Las bragas fué el debut al que siguió... otro cuyo título no recuerdo-, todos nos conocíamos las letras de, al menos, sus canciones más originales e impactantes.
Y, tras el impacto inicial, la verdad es que en sus canciones se nos hablaba de realidades del pueblo y alrededores. Én la Mundaka de la época había más de un "puto yonki, pero un yonki legal"*, haciéndola un poco una "ciudad sin ley"*. Y, joder, como él dice, "te quiero, gorda, salva las ballenaaaas"*.

Arriesgándome a que la Führer, perdón, ministra González-Sinde me envié a sus SS para cerrar el blog y darme una bien merecida paliza, resulta que he encontrado un blog en el que está el disco Las Bragas en descarga directa, por si queréis echaros una risas y disfrutar de una parte de la banda sonora de mi infancia en la pequeña aldea en la que resistimos durante un buen tiempo al acoso de los 40 principales con marmitas de kalimotxo.
En realidad estoy de acuerdo con la ministra de cultura, ya que bien es cierto que proveeros de este enlace para que os descarguéis un álbum de 21 añitos y virtualmente imposible de conseguir por otros medios es cien mil millones de veces peor que, ¡¿qué se yo?! malversar fondos, mentir desde cargos oficiales, prevaricar, o desatender un cargo ministerial para ayudar a tus amigos "artistas". ¿No?

*Extractos o títulos de canciones de Irula