Hoy, por diversas razones, he visitado varios establecimientos comerciales. Y hay algo que me ha llamado la atención:
Situación a, gasolinera.
Cuando volvía del trabajo, me ha llamado mi padre diciendo que comprase pan, porque mi madre había ido donde mi abuelo, y a él se le había olvidado. A mi no me gusta comer sin pan y además andaba corto de combustible, así que he parado en una gasolinera para matar dos pájaros de un tiro.
Me ha atendido un chico joven de gafas. Y lo ha hecho de manera exquisita. Me ha tratado de usted, pero no parecía algo forzado, estaba acostumbrado y le salía de forma natural. Ha sido realmente atento y solícito. Respetuoso pero cercano. Deliciosamente educado.
He tenido un problema con mi tarjeta travel club, y la máquina no la aceptaba. Con una sonrisa me ha dicho "Discúlpeme, probaré otra vez". Pero la máquina no estaba por la labor. ¿Sabéis que me ha dicho? "Por favor, vuelva otro día y le pasaré los puntos, no hay problema". Me ha sorprendido gratamente. Más aún en una gasolinera, que nunca han tenido esa fama. Más personas como este debería haber en los lugares dónde se atienda al público...
Situación b, el Rincón del gourmet de El corte inglés.
Este rincón es, pretendidamente, el más selecto y refinado de todo el gran almacén. Me he dirigido allí para comprarle un regalo a mi madre, un gran reserva de Marques de Riscal. Con la botella y unos bombones, me he dirigido a la caja y he esperado mi turno. Pongo mis productos sobre el mostrador y pregunto "¿pueden envolvermelo para regalo?" con toda mi educación -y timidez, por cierto-. Ella ha cogido la botella y, ante mi estupor, la ha zarandeado para pasarla por el escáner y luego meterla en una caja. Pobres taninos, he pensado. Pero aparte del inaceptable hecho de maltratar un vino del año 2000, la señorita me ha tuteado en todo momento, dedicándome perlas como "ara mismo tenvuelvo que tengo el papel ahí atrás", tras lo cual he sido abandonado durante varios minutos mientras ella iba a la charcutería -lo juro- a envolverme los chocolates.
Contrastan, ¿eh?
Situación a, gasolinera.
Cuando volvía del trabajo, me ha llamado mi padre diciendo que comprase pan, porque mi madre había ido donde mi abuelo, y a él se le había olvidado. A mi no me gusta comer sin pan y además andaba corto de combustible, así que he parado en una gasolinera para matar dos pájaros de un tiro.
Me ha atendido un chico joven de gafas. Y lo ha hecho de manera exquisita. Me ha tratado de usted, pero no parecía algo forzado, estaba acostumbrado y le salía de forma natural. Ha sido realmente atento y solícito. Respetuoso pero cercano. Deliciosamente educado.
He tenido un problema con mi tarjeta travel club, y la máquina no la aceptaba. Con una sonrisa me ha dicho "Discúlpeme, probaré otra vez". Pero la máquina no estaba por la labor. ¿Sabéis que me ha dicho? "Por favor, vuelva otro día y le pasaré los puntos, no hay problema". Me ha sorprendido gratamente. Más aún en una gasolinera, que nunca han tenido esa fama. Más personas como este debería haber en los lugares dónde se atienda al público...
Situación b, el Rincón del gourmet de El corte inglés.
Este rincón es, pretendidamente, el más selecto y refinado de todo el gran almacén. Me he dirigido allí para comprarle un regalo a mi madre, un gran reserva de Marques de Riscal. Con la botella y unos bombones, me he dirigido a la caja y he esperado mi turno. Pongo mis productos sobre el mostrador y pregunto "¿pueden envolvermelo para regalo?" con toda mi educación -y timidez, por cierto-. Ella ha cogido la botella y, ante mi estupor, la ha zarandeado para pasarla por el escáner y luego meterla en una caja. Pobres taninos, he pensado. Pero aparte del inaceptable hecho de maltratar un vino del año 2000, la señorita me ha tuteado en todo momento, dedicándome perlas como "ara mismo tenvuelvo que tengo el papel ahí atrás", tras lo cual he sido abandonado durante varios minutos mientras ella iba a la charcutería -lo juro- a envolverme los chocolates.
Contrastan, ¿eh?
1 comentario:
Pues sí que contrasta, pero tampoco es que me sorprenda, sobre todo lo de la tipa de El Corte Inglés, que hay cada simpática...
La educación y las buenas maneras se están perdiendo cada vez más, y no digamos ya el respeto a los demás. Parece que esas cosas ya no se llevan. Una pena.
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