viernes, 19 de octubre de 2007

Duele a quien quieres.

Es terrible anticiparse al dolor de un ser querido. Cuando sabes que en unas pocas horas estará sufriendo, aunque sea para su bien.

Al salir de trabajar, tengo que ir a casa y comer a toda prisa, porque tengo que llevar a mi padre al dentista para que le hagan unos implantes dentales. Y estoy nervioso porque sé que le va a hacer daño y va a pasar un par de dias malos, dolorido, incómodo, molesto. Lo sé porque hace un par de años mi madre también se puso los implantes -los problemas dentales de mi familia son de libro de odontología- y me partió el alma verla llorando por el dolor, como una niña pequeña.
Ella ahora está encantada y dice que merece la pena. Lleva meses reomendándoselo a aita. Pero yo no puedo borrar de mi memoria aquella imagen: cuando la acompañé del coche a casa, recién salida del dentista, y a ella le caían dos lagrimones. Cuando se cruzó con su mejor amiga y ni siquiera pudo pararse a saludarla.
Y mi padre lo va a pasar peor. Es más miedoso para esas cosas. De hecho, lo intenta ocultar, pero lleva unos dias muy tenso, y es por esto.

Es para su bien, lo sé. Pero estoy nervioso. No me gusta ver a los que quiero así, y saberlo con antelación es alargar la pena.
Pero cuando vuelva a ver a mi padre comiendo un bocadillo, de esos que antes comía y hace ya tiempo que no come porque no puede, sonreiremos los tres.

Edición de última hora: ¡el muy huevon está como una rosa! ni le duele ni nada. Un poco hinchado nada más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya, pues me alegro de que le haya ido bien a tu aita. Ir al dentista es lo peor, yo me pongo nerviosa hasta cuando voy a las revisiones rutinarias. Pero es que yo soy un poco así. ;-)