



Las primeras luces del alba, filtrándose a través de sus párpados, le despertaron. Sintió agudas punzadas en su cerebro y el sabor rancio y pastoso de la cerveza de la noche anterior. No recordaba nada. Sintió frio en su piel y olió el salitre; el ruido de las olas llego hasta sus oídos. No tenía la menor idea de dónde se encontraba.
___Algunos detalles volvieron, perezosamente, a su cabeza. Llevaba dos dias en Suecia. Su jefe le había encargado la compra de cierto material que, por lo visto, sólo podía adquirirse en aquel país. Se alojaba en un hotel en Marstrand y la noche anterior se dirigió al bar del hotel para tomar una copa. A juzgar por su situación actual, debieron ser muchas más.
Lentamente abrió los ojos, pero no pudo evitar que el sol del amanecer le cegara. Su vista no tardó mucho en acostumbrarse, pero su cerebro necesitó más tiempo para procesar lo que vió: una hermosa costa, un mar embravecido y el suelo, extrañamente lejano. Se encontraba a varios metros de altura, en una abertura semicircular de una antigua fortaleza. El pánico comenzó a apoderarse de él, pero logró serenarse. Tenía que bajar de allí de algún modo. Se asomó por el borde buscando asideros para apoyarse. Era inútil; necesitaba una escalera. ¿Cómo demonios había llegado allí? la juerga debió ser monumental.
___Desechó la idea de bajar por la pared. Sus cualidades atléticas siempre fueron nulas y, además, tenía una insoportable resaca. Hubiera sido un suicidio; mejor llamar a los bomberos. Y lo hubiera hecho, si no llevase años en una cruzada personal contra los teléfonos móviles. Se maldijo. Entendió que su única posibilidad era buscar a alguien por los alrededores que pidiese ayuda. Se volvió a asomar, pero no había nadie a la vista; aún era muy temprano. Gritó. Gritó con todas su fuerzas. Apoyó una mano para incorporarse y la sintió húmeda y pegajosa. -Espero no haberme meado- murmuró para si. Pero no era orina lo que tenía en la mano: era sangre. Sangre roja y tibia. Sangre procediente del cadáver de una preciosa rubia que yacía junto a él. Y entre ellos, la navaja regalo de su padre por su vigesimoprimer cumpleaños, manchada de sangre.