
Mi primera experiencia con el estado de
Nevada fué la ciudad de
Reno, con motivo de la
fiesta vasca que allí se celebra. Pero, además de esto, pude experimentar
Reno como cualquier otro turista o viajero. Y estoy aquí para contaroslo:
Reno, la pequeña ciudad más grande del mundo, como ellos la publicitan, es una ciudad
decadente. Y no me refiero únicamente a la promoción y explotación de los vicios humanos -juego, alcohol, sexo- sino a la decadencia económica que padece la ciudad. Debido a la apertura de casinos en reservas indias,
Nevada ya no es el único lugar donde los estadounidenses pueden jugarse los dólares, y con la economía tal y como está, la gente juega menos.
Las Vegas, debido a su evolución o mutación a destino turístico masivo -o el
Disneyland adulto, como también es conocido- resiste la tendencia, pero el resto del estado poco a poco va
perdiendo el brillo de antaño.
En
Reno, se nota un huevo: un montón de hoteles y casinos han cerrado ya sus puertas, y en los que sobreviven, con excepción de unos pocos, se nota la falta de dinero para remodelar o actualizar.

Mi primer casino fué
El Dorado. Debido a sus
excelentes restaurantes y buffets, y a sus, en comparación, elegantes y modernas instalaciones, es uno de los más populares y concurridos. Desde la calle, sus luces de neón rosa cubriendo la fachada semejan un
megaprostíbulo. Al entrar, el potente aire acondicionado nos saluda con un viento de humo de tabaco -se permite fumar en los casinos- y la cacofonía de miles de máquinas, muchas de ellas ocupadas.
Jugué 5$ y gané 31, que no está nada mal. Pese a todo me pareció aburrido y triste estar sentado frente a uno de esos molestos y ruidosos chismes, como un autista, viendo girar los cilindros con dibujos.
Y de ahí al
Circus Circus, donde perdí unas perras. Pero lo que más me jode no es haber perdido, no. Es haber perdido en un sitio tan
oscuro, lúgubre, cutre y chabacano, aunque lleno de encantadas personas apostando en otro millar de molestas máquinas.
Ojeé un par de casinos más, pero no hallarán en mí un gran cliente. Eso sí, el buffet de
El Dorado es
cojonudo y me puse las botas.
Pese a todo sigo queriendo visitar
Las Vegas; principalmente para pasear y fotografiar el
Strip y por su proximidad al
Gran Cañón. La semana que viene, si todo va bien, lo haré.
P.S. Por cierto, que
Reno no es por el animal, sino por una persona que lucho en la guerra de secesión y de origen francés. Su apellido, en origen era
Renault. Pero no el de los coches. Así que debería prunicarse
Renó, como nuestro buen
Pedro Mtz. de la Rosa sabe. Eso sí, nadie lo hace.