miércoles, 10 de junio de 2009

Día 1: Mundaka-Munich-San Francisco.

Joder, estoy hecho polvo. Me encuentro a bordo del vuelo LH458 de Lufthansa, un Airbus A340-600. Me duele la cabeza, cosa comprensible teniendo en cuenta que el aire acondicionado del cancarro este es tan seco que está secando el papel sobre el que escribo.

Llevo... 17 horas de viaje, y en el huso horario del que partí es la una y media de la madrugada. En el de destino, en cambio, son las 16.30. Según el monitor que tengo delante ahora mismo estamos sobrevolando la Columbia Británica, y aquí son las... ni puta idea.

Este es mi segundo Lufthansa del día. El primero, que me ha llevado de Loiu a Munich, era sin duda el avión más enano en el que he montado nunca. Si me llegan a decir que es un avión de Playmobil me lo creo. ¡He tenido que agacharme para entrar y salir! Y prácticamente mi cabeza tocaba el pecho, perdón, techo del pasillo. Afortunadamente me ha tocado un compañero de asiento simpático (afortunadamente, porque estábamos realmente cerca). Un canadiense con el que he ido compartiendo anecdotas y videos de Youtube.

En el que ahora me encuentro, este, en el que llevo 10 horas, es mucho más grande y funcional. Además, me han puesto en una fila con salida de emergencia. Lo cual significa que, si bien las vistas son nulas, tengo mucho espacio para estirar las piernas, cosa que se agradece una barbaridad. De todos modos me duelen la espalda y el culo de estar aquí sentado, y ya no sé que postura poner sin que se me resienta mi maltrecho cuerpo, y me da apuro bajar a los servicios, que van a pensar que tomo drogas, o me toco o algo. Esto es desesperantes.
Por cierto, que mucho espacio para las piernas, pero maniobrar para comer sigue siendo una pesadilla. Me he hecho dos lamparones con dos comidas distintas.

Una cosa os voy a decir sobre los viajes desde Europa a la Costa Oeste: son un coñazo.
He visto cuatro películas (que ver Slumdog Millionaire rodeado de indios, algunos de ellos roncando, es una de esas experiencias por las que vale la pena viajar), y me he leido ciento y algo páginas de Estambul, por Orhan Pamuk; magnífico libro que merece mucha más atención de la que puedo ofrecerle con el constante ruido del motor. De todas formas, casi que prefiero que los motoores sigan en marcha hasta llegar...

Una cosa que me ha llamado mucho la atención es que en estos tiempos de seguridad en la aviación donde hace rato se pasó el límite de la paranoia, con cosas ridículas como la de no poder llevar líquidos de más de 100ml -que yo sepa nadie dice que no puedas llevar 50 botes de 100ml-, aquí a la hora del almuerzo, cena o lo que cojones fuera, nos han dado cubiertos de verdad. ¡Hasta cuchillo! Mr ha sorprendido para bien,

Y antes de que se me olvide: está muy bien que la compañía ponga una sala de espera agradable, con asientos cómodos y televisores, como el de Munich, pero tal vez no sea la mejor idea poner las noticias donde hablan del Air France accidentado justo antes de embarcar en un Airbus. Que si había algún aprensivo, anda que le ayudaron a subirse en el avión.

Varias horas más tarde...

Hala, ya estoy instalado. ¡Y tengo acceso a una WiFi abierta desde la cama! No se puede tener más potra :D

Me encuentro en un apartamente en Filbert Street (Russian Hill). Una de esas calles que habéis visto mil veces en la tele -sí, con cuestazas de las gordas-, en un apartamento en el que bien podría vivir el señor Monk. Ya postearé foto si eso.

No hay comentarios: