O Fucking Monday, depende de la región.
Sé que todos estaréis de resaca post-electoral y que hoy resultará imposible escapar de informaciones al respecto; de extrañas cábalas sobre coaliciones y de conclusiones sobre las votaciones (todos los partidos habrán ganado). Yo no hablaré de eso... hoy.
Hoy quiero ser un oasis para vosotros; un remanso de paz política. Por eso hablaré del lunes de los cojones. Y empezaré de manera taxativa: ¡Odio los lunes! Considero que los son un día horrible para pasar la séptima parte de la vida. ¿Os dais cuenta de que sufriremos miles de lunes a lo largo de nuestras vidas? De sólo pensarlo me echo a temblar.
Y es que los lunes tengo sueño. Los domingos por la noche soy incapaz de dormirme a una hora normal y eso, el lunes, lo pago. Me duelen los ojos desde la punta de las pestañas hasta el fondo del cristalino; es un dolor sordo, que sólo se alivia cerrando los ojos. Pero, ¡oh! no puedo cerrar los ojos porque me quedaría invariablemente dormido. De hecho tengo que hacer ímprobos esfuerzos por no dormirme sobre el teclado, que en la oficina, por alguna razón que se me escapa, no está bien visto. Los días como hoy, cuando salgo de casa me deprimo; quiero meterme a la cama otra vez y pasar de este trabajo que no me satisface. Pero en cambio, tengo que disfrazarme con traje, coger el coche y conducir hasta la oficina. Y los lunes la carretera es odiosa. Más odiosa aún.
Hoy por ejemplo, he tardado la friolera de 12 minutos en hacer unos 5km. ¿La razón? Un camión que iba cargado de hierros (de los de hacer hormigón armado) que iba a una velocidad ridícula porque el mínimo sobresalto podía mandar los jodidos hierros a tomar aire. De hecho iba en tensión porque, cada vez que pasaba por uno de esos hermosos pasos de cebra elevados (gracias al inventor, por cierto), la carga paracía desear avalanzarse sobre mí, rebotando y balancenado. Una vez adelantado el camión de marras he podido disfrutar de un rato solaz hasta que, subiendo Sollube, me he encotrado con otro camión; esta vez cisterna. Aún así, no he llegado excesivamente tarde. Pero el miedo que me producía cada ¡clang! de los hierros del camión aún lo tengo metido en el cuerpo.
Además, los lunes siempre tengo tareas mucho más aburridas en el trabajo. Me encargan unas cosas que de por sí son como orfidales; los lunes sus efectos son demoledores. Además tengo la teoría de que, algun holding masón hace que los lunes los relojes vayan más despacio y así el día tenga en realidad 37 horas.
Estoy convencido de que el día que muera será lunes, seguro. E iré al infierno que será una sucesión de lunes.
Y eso que los lunes también tienen alguna cosa buena. Por ejemplo, en Radio Euskadi el grán locutor Enrique Martín tiene una estupenda sección que habla de libros. Lo emiten a las 18.45, pero sólamente dura un cuarto de hora. Una pena, pero así es la cosa. También tiene un estupendo programa llamado Pompas de papel junto con Félix Linares.
Otra cosa buena que tiene el lunes es que suele terminar, lo cual siempre está bien.
Si hay suerte cobraré hoy la nómina.
Reflexión: Si un año bisiesto el día extra cae lunes no puede ser sino un año de mierda.
Sé que no es una entrada muy lograda, pero a ver qué coño queréis para un lunes...
Mañana prometo una entrada más polémica sobre cierto personajillo de la oficina conocido como "El Truch-sticiero".
Ahora pulso enviar y alguno de vosotros cuenta cuantas veces he repetido la palabra "lunes".
Hoy quiero ser un oasis para vosotros; un remanso de paz política. Por eso hablaré del lunes de los cojones. Y empezaré de manera taxativa: ¡Odio los lunes! Considero que los son un día horrible para pasar la séptima parte de la vida. ¿Os dais cuenta de que sufriremos miles de lunes a lo largo de nuestras vidas? De sólo pensarlo me echo a temblar.
Y es que los lunes tengo sueño. Los domingos por la noche soy incapaz de dormirme a una hora normal y eso, el lunes, lo pago. Me duelen los ojos desde la punta de las pestañas hasta el fondo del cristalino; es un dolor sordo, que sólo se alivia cerrando los ojos. Pero, ¡oh! no puedo cerrar los ojos porque me quedaría invariablemente dormido. De hecho tengo que hacer ímprobos esfuerzos por no dormirme sobre el teclado, que en la oficina, por alguna razón que se me escapa, no está bien visto. Los días como hoy, cuando salgo de casa me deprimo; quiero meterme a la cama otra vez y pasar de este trabajo que no me satisface. Pero en cambio, tengo que disfrazarme con traje, coger el coche y conducir hasta la oficina. Y los lunes la carretera es odiosa. Más odiosa aún.
Hoy por ejemplo, he tardado la friolera de 12 minutos en hacer unos 5km. ¿La razón? Un camión que iba cargado de hierros (de los de hacer hormigón armado) que iba a una velocidad ridícula porque el mínimo sobresalto podía mandar los jodidos hierros a tomar aire. De hecho iba en tensión porque, cada vez que pasaba por uno de esos hermosos pasos de cebra elevados (gracias al inventor, por cierto), la carga paracía desear avalanzarse sobre mí, rebotando y balancenado. Una vez adelantado el camión de marras he podido disfrutar de un rato solaz hasta que, subiendo Sollube, me he encotrado con otro camión; esta vez cisterna. Aún así, no he llegado excesivamente tarde. Pero el miedo que me producía cada ¡clang! de los hierros del camión aún lo tengo metido en el cuerpo.
Además, los lunes siempre tengo tareas mucho más aburridas en el trabajo. Me encargan unas cosas que de por sí son como orfidales; los lunes sus efectos son demoledores. Además tengo la teoría de que, algun holding masón hace que los lunes los relojes vayan más despacio y así el día tenga en realidad 37 horas.
Estoy convencido de que el día que muera será lunes, seguro. E iré al infierno que será una sucesión de lunes.
Y eso que los lunes también tienen alguna cosa buena. Por ejemplo, en Radio Euskadi el grán locutor Enrique Martín tiene una estupenda sección que habla de libros. Lo emiten a las 18.45, pero sólamente dura un cuarto de hora. Una pena, pero así es la cosa. También tiene un estupendo programa llamado Pompas de papel junto con Félix Linares.
Otra cosa buena que tiene el lunes es que suele terminar, lo cual siempre está bien.
Si hay suerte cobraré hoy la nómina.
Reflexión: Si un año bisiesto el día extra cae lunes no puede ser sino un año de mierda.
Sé que no es una entrada muy lograda, pero a ver qué coño queréis para un lunes...
Mañana prometo una entrada más polémica sobre cierto personajillo de la oficina conocido como "El Truch-sticiero".
Ahora pulso enviar y alguno de vosotros cuenta cuantas veces he repetido la palabra "lunes".
3 comentarios:
yo sé que algo peor a un lunes....
es un lunes por la tarde después de una copiosa comida, documentando un programa
Tienes sueño... bueno mas que sueño modorra... pero no una modorra normal sino una SUPER MODORRA . y no puedes dormirte, que dirá el jefe, que dirá el tío que tengo al lado... pero es que me está empezando a entrar la modorra... ese calorcito del cuerpo.. ese trabajo tedioso y repetitivo.. no puedo, no puedo...
Morfeo voy hacia tí y no es matrix adonde voy...
Y encima tengo que leer esto.
que bueno lo del guinness. Pobre hombre...
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