
Todo comenzó un día en que estábamos en el baño lavándonos los dientes después de comer. Una persona salió del retrete tras accionar la bomba, se miró en el espejo, se recompuso la vestimenta y... ¡salió sin lavarse las manos! Nos miramos, confundidos, llenos de asco. Supusimos -queríamos suponer- que fué un olvido o un hecho puntual; algo tan sumamente repugnante no puede ser norma general. Salimos -evitando tocar la manilla- y no volvimos a pensar en ello.
Pero la cosa no sólo no acabó ahí, sino que ha ido en aumento. Hemos podido combrobar como muchísima gente sale sin lavarse. Gente de edades diversas y poderes adquisitivos diversos. Reconozco que soy una persona que adora la pulcritud y que me fijo mucho, pero es una epidemia que se está extendiendo exponencialmente (no solo en mi oficina, también lo veo en supermercados, bares o cines). Son muchos -demasiados- los que he visto orinar o defecar y salir sin lavarse ni enjuagarse las manos. Bueno, defecar no les he visto, pero salen del retrete tras darle a la cadena, así que algo habrán hecho. ¡Ni siquiera se las lavan para disimular teniendo gente delante!
El súmmum fué cuando un chico entró al baño con un café, depositó el café en el borde superior del urinario, orinó, cogió el café y salió sin enjuagarse siquiera. Y a este chico ya le hemos visto varias veces acometiendo el reprobable acto.
Este tipo de cosas, al margen de la mera higiene, generan suspicacias y temores. En la oficina, es costumbre que el cumpleañero traiga pastas para celebrar. Ahora, mis compañeros más cercanos estan siempre al quite, para ver cuando dejo de comer pastas. Y esta situación no me agrada; no quiero vivir en un permamente estado de alerta por la falta de cimientos educacionales de unos vomitivos especímenes.
Y lejos de limitarse a los del sexo colgante, según nos contó una amiga "Más de una vez me ha pasado estar en el baño y oir a una dentro de un retrete que tira algo al contenedor de compresas y al salir no se lava las manos. Es super-asqueroso". Vaya si lo es.
Sabed que es un comportamiento asqueroso. Sois unos malditos cerdos sin la más básica humanidad ni civismo ni urbanidad. Vais marcando la oficina con vuestros despojos más inmundos. Y eso, a la gente decente, le da un asco extremo. ¿Acaso os habéis criado en una cuadra? No. Incluso en las cuadras alguien se encarga de limpiar. ¿Acaso os habéis criado con una familia de castores? No. Los castores se bañan. ¿Acaso sois hijos ilegítimos del Gólgota y el señor Mojón? Sí, debe ser eso. ¡Porque hasta los gatos, hamsters y musarañas se lavan mejor!
¿Dónde demonios os han educado? Porque es algo tan súmamente básico que hasta mis primos menores lo hacen con normalidad. A mí me lo repetian mis padres, mis profesores, mis tias y cualquier persona mayor, y no me lo tuvieron que repetir mucho. Me repugna hasta el tuétano veros comer con esas manos infectas, comiendo vuestra propia mierda.
¿Pero no visteis el capítulo de House donde explica los cienes y cienes de enfermedades que puede provocar semejante marranada?
No me obliguéis a purificaros con fuego.