
Ayer fui con un grupo de amigos al pabellón de deportes de
la Casilla, donde se celebraba el
I encuentro de cultura japonesa organizado por
la Sociedad Vasco-Japonesa / Nihon Basuku Yukoukai (日本バス ク友好会) y por la Asociación Vasca de Estudios Orientales / Ekialdearen Ikerketarako Euskal Elkartea.Lo primero que me llamo la atención, sentado a la entrada esperando a mis amigos, es que parecía estar rodeado por
frikis y homosexuales; público potencial, supuse, para este tipo de excentricidades. Aunque al entrar quedó clara mi equivocación al haber por el recinto muchos grupos y familias.
Bueno, comenzaré con mi valoración: pese a tener en cuenta que era el primer año y aún queda mucho tiempo para mejorar ha sido
francamente decepcionante. El lugar es pequeño para acoger este tipo de actos y estaba organizado, si se me permite, con la
punta del cimbrel.
Vamos a ver, yo llegué a la tarde, a eso de las 16.30 y, por tanto, me perdí todas las actividades matutinas. Pero cuando entré, por la tarde, estaba el profesor
Sho Hagio, japonés él, dando una conferencia en un
impresionante euskera que, sinceramente, dudo que la mitad de los presentes hablaran. Pero además la calidad del sonido y la acústica del lugar, muy poco propicio para este tipo de cosas, hacían el entender lo que el ponente exponía una tarea harto dificil.
El plato fuerte de la tarde eran las diversas
exhibiciones de artes marciales. Para tal efecto se habían colocado en el centro de la cancha -habitualmente de baloncesto- unas
colchonetas a modo de improvisado tatami. ¡Pero la distribución del lugar era terrible!
Los pocos
stands, que son un buen acicate para cualquier evento, estaban a ambos lados de la pista haciendo
imposible la clara visión del
tatami desde una gran cantidad de lugares, lo cual hacía que el público tuviese que estar
hacinado en dos lugares idénticos a la mitad de las gradas. Mal.
Además, mientras las exhibiciones tenían lugar y como es lógico
no podía la gente andar paseándose por los stands, que estaban en la propia cancha. Y teniendo en cuenta que las exhibiciones eran seguidas una de otra, se hacia imposible visitar dichos puestos una vez abiertos, debido a la
gran cantidad de gente que había en los mismos. Así pues, me quedé con las ganas de practicar un poco el
origami, que fué mi
principal motivación de ir. Y apenas si eché un ojo a los poquísimos y más que parcos y espartanos
stands.
Mal distribuidos, poco accesibles y sin nada de interés.
Pero
lo peor fueron las exhibiciones...
¡virgen santa qué tostón! Con mención especial del tipo con la
Katana, que debe de ser
un fenomeno para los entendidos, pero para los legos en la materia era un señor
dando vueltas con una espada que de vez en cuando atizaba un
zurriagazo al aire y soltaba gritos de manera aleatoria. Dudo que muchos entendieran algo de aquello...
Pero mi favorito fue
Aoki, que en cuanto cogió el micrófono comenzó a soltar
una arenga sin ton ni son -en castellano, eso sí- y llego a echarnos la bronca por
gordos, por comer lo mismo en verano que en invierno y por no saber ni sentarnos ni estar de pié. Consiguió
hacer menearse a gran parte del pabellón en un ejercicio, según él, de su invención y que recuerda sospechosamente al baile que
Gordi de los Goonies tenía que hacer para poder entrar en la casa.
Pero es que el tío era
un brasas del copón, y empezó
a molarse y siguió hablando y hablando. Y por más que intentásemos
encontrar sentido a algo de lo que decía, bien parecían frases inconexas, al tun tun. Una
disgresión bizantina que parecía no terminar nunca.
Mirad si era
pelmazo el japonés este que los organizadores intentaron cortarle el rollo una buena
media docena de veces diciendo que abreviara, que era el turno de otros. Y el tío venga,
raja que te raja. ¡A ver quien le quita el micro a un
7º Dan en karate! Y rajó tanto que
hubo que suspender otro par de cosas por falta de tiempo.
Ya puede mejorar mucho para el año que viene, aunque tendrán que dispensar de mí con toda probabilidad.