Días aciagos estos para el espíritu olímpico, amigos. Las olímpicas mentiras chinas han abierto la caja de los truenos, los rayos y los pedos.
Resulta que la niña supermona que cantó en la inauguración... en realidad no cantaba; todo fué una sinergia de las mejores características de dos niñas chinas: una moníiiiisima de la muerte con sonrisa profidén y un vestidito presioso pero con una voz de cuervo que ni su madre la quiere oir, y la otra regordeta y feucha que cantaba con voz de canario flauta. Dicho sea de paso que la puta canción no me gustó ni un poquito, pero la gente se siente estafada.
Y claro, ahora está todo el mundo imitando a los chinos; que no miran, sospechan.
Ahora sale a la luz que los fuegos artificiales de la citada inauguración que se vieron por la tele no eran en directo, sino una grabación de un perfectísimo ensayo general que pusieron por si acaso, para no deslucir y eso, no se vaya a quemar un pobre monje tibetano en directo con las chispas de las bengalas... ¡hubiera quedado fatal!
Hay que ver, jamás me hubiera esperado esto de una insoportable dictadura comunista que se reformó en una cómoda dictadura con un capitalismo del más atroz. Por dios, ¡cómo esperar que ocultaran cosas! Ay, si Stalin, Churchil o Truman levantaran la cabeza... ¡que reprimenda les darian! Igual hasta les dejaban sin paga, no digo más.
Pero claro, tenía que salir el pobre Antonio Rebollo y su encendido del pebetero, sobre el que siempre cayeron las sospechas de trampa. Que si la flecha pasa por encima y cae por detrás, que si tarda mucho en encenderse el fuego...
Joder, ¡por lo menos da el pego! Que la flecha pasó por encima, al menos. No como el chino ese, que a ver quien coño se va a creer que era capaz de volar -a una velocidad ridícula, por cierto- hasta el pebetero ese de marras. No querrán que nos creamos que es el primo asiático de Superman, ¿no? Porque, aquí donde me véis, soy prácticamente un experto en mitología e historia cryptoniana y sé de buena tinta que no existían los cryptonianos con rasgos asiáticos. Al fin y al cabo, su piel es como el más duro acero, ¿cómo demonios se les iba estirar hasta tener ojos rasgados? No, no, no. Los nativos de Crypton son blancos, anglo-sajones y protestantes, como dios manda.
A mi el de Barcelona sigue siendo el encendido que más me gusta. ¡Y no hay más que hablar!
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