Me imagino lo que vuestras mentes calenturientas habrán previsto al leer el título, pero mi vecina nada tiene que ver con las de
FHM, oh no. La peripecia que os cuento es totalmente real y ha tenido lugar esta mañana.
Estoy de alquiler en un pequeño piso (70 m^2) en Mundaka, con mi girl. Pero este piso no siempre fue pequeño; la verdad es que era bastante grande, por lo que el dueño optó por dividirlo en dos.
Y no es ninguna chapuza, no. Al menos mi mitad está bien reformada y renovada y todo. ¿La pega? Que ambos pisos compartimos portero automático. Y yo lo sé muy bien, ya que a diario suele llamar, para la vecina, la que es con toda probabilidad la persona más desagradable del pueblo, a la que llamaré Ventanazos.
Recién despertado, echo la meada matinal y comienzo a hacer las cosillas de casa. En esto que suena el timbre de la puerta de arriba. Abro, y me encuentro a la vecina (la Blasa es para que os hagáis una idea, es del estilo) en el descansillo que va de su puerta a la nuestra.
-¿Sí? -pregunto yo, medio ocultándome tras la puerta porque estoy en calzoncillos. Y no los de ligar, sino los de dormir.
-¿Tienen teléfono? -pregunta ella a su vez. Os parecerá broma, pero en su cara se nota que está ida.
- No. Bueno, tenemos móvil...
- ¿Puedo hacer una llamada? -seria como una estaca. Incluso preocupada, diría yo.
- Si, claro, voy a por él.
En este punto pensaba que le ocurría algo. Es una señora mayor y yo, que en el fondo soy buena persona y me han educado bien, ni me lo pienso. Vuelvo donde ella y le ofrezco el móvil diciéndole que pase. Pero no parece oírlo y me recita los dígitos del teléfono para que yo marque. Lo hago y le paso el teléfono, sigue en el descansillo. Y comienza el show:
- ¿Está don Dueñodelacasa? -Evidentemente dice su nombre, pero prefiero omitirlo, claro. Lo de Don no me lo he inventado.
- Sí, soy yo -Oigo su respuesta claramente pese a estar a un par de metros.
- Soy Lavecinaloquísima. -se identifica ella- ¿Por qué no nos pone porteros distintos al vecino y a mi? -así, a bocajarro- porque desde que se suicidó mi hermana tomo dos pastillas para dormir y esta madrugada me han despertado dos veces.
En este punto yo estaba flipando en colorines. No sólo por lo del suicidio de su hermana, sino porque ha venido a pedirme mí teléfono para acusarme. ¡De algo falso, además!
La conversación continúa por unos 20 o 30 segundos más, pero no puedo entender nada. Estoy ahí, de pié, en calzoncillos y alucinando.
Por fin la loca de los cojones cuelga y me devuelve mi SE Xperia X1.
- Muchas gracias, señor. -Literal, os lo juro.-
- Oiga, -la interpelo- aquí por la noche no ha llamado nadie.
- No le entiendo. -Su mirada, perdida, tropieza conmigo- El dueño en su día separó el piso en dos...
- Ya, ya sé. -la corto, pero no vale de nada, sigue soltando el rollo.
- ... y cuando llaman a su timbre suena también el mío.
- Ya sé, pero aquí no ha llamado nadie por la noche.
- ¿Qué? -pregunta la puñetera. Puedo sentir sus ojos haciendo chibiritas tras sus gordas gafas.
- A ver, cuando su timbre suena, suena también el mío, y lo sé muy bien porque todos los días atiendo a Ventanazos. Y, por tanto, si como me ha acusado falsamente, hubiesen llamado de madrugada, mi telefonillo hubiera sonado. Y no lo ha hecho.
- Si, tiene razón. -¡Y se pira!.
Ahora me temo que el casero se piense que tengo gente llamando a las tantas y la de dios. En cuanto cargue la batería del móvil le pego un telefonazo y le cuento la historia.