domingo, 16 de septiembre de 2007

Grandes gestas de mi pueblo.

Si algo caracterizó a la decada de los setenta, eso es la cantidad de manifestaciones y la fuerza de la lucha obrera. En aquellos tiempos yendo a una manifa no sólo te miraban mal, sino que te jugabas, literalmente, el tipo. Los grises y demás perros guardianes estaban más que preparados para repartir palos, plomo y lo que se terciase para defender a sus acomodados amos. Pese a todo, muchos jóvenes -y no tan jóvenes- se manifestaban para hacerse oir y buscar una justicia que, la verdad, no conocían.

Una de estas manifestaciones tuvo lugar en Mundaka allá por el 78. ¿El motivo? La subida del txikito de un duro a siete pelas. Y no, no es broma.
La mayoría de los taberneros del pueblo se pusieron de acuerdo para subir el vinito. Los txikiteros, rudos hombres de mar y bravos jóvenes luchadores, indignados, se negaron de plano a asumir tal subida y prepararon toda una serie de medidas; entre ellas el boicot a los bares, manifestaciones y sabotajes. Porque, ¡hasta sabotajes hubo! A resaltar alguien que rompió el bombo con el que los txikiteros pensaban hacer ruido en su manifestación. Un minuto de silencio por la inocente víctima.
Fueron días de tensión en el pueblo, no creais. Los taberneros, de morros, veian como sus clientes -pocos clientes más fieles que un txikitero- se iban a los txokos, que se dispusieron a servir vinos a todo el que quisiera; ¡Y a cinco pesetas!

Mi padre, por aquel entonces txikitero -luego se pasaría al vino de marca para terminar dejando el alcohol salvo una copita de Cardhu los sábados y fiestas de guardar- estuvo allí presente. Y voceando el ya cásico "Ez, ez, ez! Zazpi pezeta ez!". Grandes tiempos. Sin más, os dejo con los recortes de prensa que celosamente atesora el Txoko Urdaibai, al que pertenece mi padre.















2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay, tu ama actriz y tu aita revolucionario... ahora ya sabemos de dónde te viene el espíritu reivindicador. :-)

Oye, que me ha encantado la entrada de hoy.

A2 dijo...

No podía ser en otro sitio, nada más que en el País Vasco, donde se reivindicara algo así, jajajajajaja, digno de Vaya Semanita